Resumen:
El ejercicio de la odontología se ha considerado siempre como un arte y una ciencia. Sin embargo, durante mucho tiempo, la guía de la conducta de los niños en la odontología se ha limitado a ser un arte, según la personalidad del odontólogo individual determinando el establecimiento de una relación con sus pacientes.
La odontopediatría no es una entidad que pueda desligarse del contexto histórico, psicológico y técnico. El odontólogo que atiende niños debe recurrir a conocimientos anexos indispensables si pretende realizar una buena “Odontopediatría”. La que no es un asunto de paciencia o de buena voluntad, es mucho más que eso. El conocimiento de la historia de la medicina, de la relación médico paciente, de los fenómenos psicológicos, perceptivos y afectivos se
transforman en una necesidad básica a la hora de realizar la atención infantil. La atención del niño, la situación que enfrenta el paciente infantil en su primera visita, sus miedos, sus angustias, sus resistencias a ser atendido, y en general todo el cúmulo de variables incluyendo al propio dentista nos deriva una enorme responsabilidad cuya meta final es el estudio profundo de materias imprescindibles que conduzcan a una atención odontopediátrica ética y eficiente.
Cuando atiendes un niño tu responsabilidad se extiende en el tiempo, sobretodo si el niño es atendido por primera vez, en este caso, nos transformamos en el portero hacia un camino nuevo que el niño recorrerá mejor o peor según sea nuestra capacidad orientadora y técnica en estas materias.El odontopediatra debe tener los conocimientos suficientes sobre la evolución psicológica infantil, para de esta forma ir descubriendo en el niño los secretos síquicos que encierra, permitiendo al mismo tiempo explicarle el camino
que va a recorrer durante el tratamiento odontológico.
Para todo adulto, la imagen de la atención odontológica es el resultado de su infancia y de su adolescencia.
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